20.3.08

Tras leer este artículo me he puesto a reflexionar en mi actitud hacia las personas mayores.
Yo, personalmente, les tengo mucho respeto, por todo lo que han vivido, por todo lo que han sufrido y disfrutado a la vez.
Es cierto que hay personas mayores desagradables - sobre todo con los jóvenes - al igual que no todos los veinteañeros piensan que deben respetar a las personas mayores. Soy de esas personas que en la cola del super deja pasar a una señorina con tan solo dos artículos. La que ayuda a meter las cosas en las bolsas ordenadamente - no como las cajeras... - la que contesta cuando le preguntan que precio tiene tal o cual cosa, a pesar de no trabajar ahí. Amabilidad, así es como me ha educado mi familia.

El año pasado, durante una temporada rehuía a los abuelines (me encanta esta palabra, tal vez no sean abuelos, pero tiene un matiz tierno que me encanta). A lo largo de un par de semanas, cuando salía de casa, en dos ocasiones, justo cuando estaba a menos de medio metro de una señorina, la pobre se tropezaba y se caia al suelo, en ninguno de los casos pasó nada grave, tan sólo un cartón de leche roto y algún moratón. Esto me pasó dos veces. Por supuesto soy de las personas que se paran y ayudan y si necesitan que las acompañe lo hago encantada, en los dos casos apareció alguien que ya las conocía y se encargaba de ellas. Empecé a pensar que iba a ser cosa mía y que a la tercera iba a ser algo grave, asi que insconsicentemente avanzaba rápido al ver a alguna señorina. Era una tontería, pero me daba mucho miedo que en una de esas se pudieran hacer algo más que daño.

En los últimos años de vida de mi abuelita, estaba mal de una pierna, hasta que se la amputaron. Yo ayudaba a mi tía y a mi madre, aunque más que a ellas, ayudaba a mi abuela por que quería y por que debía. La acompañaba a la peluqueria, la hacia los recados, incluso iba con ella a misa. Ella fue mi única abuela, la única que conocí, la que me crió cuando era pequeña, con la que pasaba mis vacaciones de verano, la que me hacia chocolate con churros por la mañana y mi tarta de chocolate con galletas para el día de mi cumpleaños y fiestas, ya que no comía de otra.

También me ha recordado a una pareja de abuelines que paseaban por un parque cerca de uno de mis colegios. Era muy tierno, ella tenia el pelo blanco como la nieve y él le sacaba dos cabezas, iban cogidos del brazo, a paso lento pero seguro, y daban una vuelta al parque. Luego se sentaban en un banco y ahí se pasaban horas. Me parecia tan tierno y tan triste a la vez. Algún día uno de los dos faltaría, entonces, ¿qué haría el que se quedase?. Nunca lo supe y nunca lo sabré. Pero en algún momento de mi vida, me gustaria sentirlo, tras una vida juntos, ese amor que se procesaban y el miedo del que estoy segura que sentían.
Por que creo que es inevitable, el amor viene ligado al sentimiento de miedo a la pérdida de él.

1 comentario:

samsa777 dijo...

Es una entrada preciosa, de verdad. Es lo que yo llevo sintiendo todos estos meses. La primera foto, magnífica; la última frase, una verdad absoluta.

Un besazo,

Fran