29.5.07

a MuSiC TRaVeL


"El Réquiem de Mozart empieza encaminándote hacia una fosa enorme. La fosa está junto a un precipicio que tú no puedes ver hasta que llegas al borde. En la fosa te aguarda la muerte. No sabes cómo es ni cómo suena ni cómo huele. No sabes si será buena o mala. Sólo vas caminando hacia ella. Tu voluntad es un clarinete y todos los violines siguen tus pasos. A medida que te acercas a la fosa, vas comprendiendo que lo que allí te espera es aterrador. No obstante, sientes ese terror como una especie de bendición, como un don. Tu largo caminar no habría tenido sentido, de no conducirte a esta fosa. Te asomas al precipicio: sobre tu cabeza estallan sonidos etéreos. En la fosa hay un coro, como el coro de Wellington en el que cantaste durante dos meses y en el que la única negra eres tú. El coro es, a un tiempo, hueste celestial y ejército del diablo. También es cada una de las personas que te han ido cambiando durante tu vida en este mundo: tus muchos amantes; tu familia; tus enemigos, la mujer sin nombre y sin rostro que se acostó con tu marido; el hombre con el que pensabas que te casarías, el hombre con el que te casaste. La misión del coro es juzgarte. Cantan primero los hombres, y su juicio es severo. Y cuando entran las mujeres ya no hay respiro, el debate es cada vez más sonoro y más frío. Porque es un debate, ahora te das cuenta. El juicio no está decidido. Es sorprendente lo dramática que resulta la lucha por tu alma miserable. También sorprenden todas esas sirenas y esos monos que se empeñan en danzar las unas con los otros y en deslizarse por una suntuosa escalera durante el Kyrie que, según el programa, no incluye semejante acción, ni siquiera en sentido metafórico."

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